jueves, 3 de enero de 2013

DEMASIADOS EMBUSTEROS


A BOCAJARRO

                                              

            Con sólo aplicar al razonamiento un mínimo de crítica independiente y leal con la verdad, caemos en la cuenta de que  el Estado español, desde Rajoy al último alcalde y concejal de nuestro organigrama  político de uno y otra mano y  pelaje, esta en manos de una trupe de embusteros de tomo y lomo, con las excepciones, por supuesto,  que confirman la regla.

             Ya nadie ignora en esta piel de toro geográfica que se llama España, que lo que están sobrando son embusteros, ladrones  y vividores tragaldabas incrustados como liendres en las costuras de la administración, o séase,  gente de mal vivir cual en un redivivo y cervantino “patio de monipodio”, pero a lo grande, o, mejor dicho, a lo bestia; porque, eso sí, denotan por regla general una bestial  incultura que asombra como su indigente caletre es capaz  de  pergeñar tanta trola y robos como se traen entre manos estos españolitos paisanos; en realidad es que el paisanaje se lo ponemos a huevos con nuestra gilipollez buenista. Aquí “to  er mundo es bueno”, hasta los hideputas  (honorarios) autores de los ERE en Andalucía.

            A este cronista oficioso de la villa cartamitana (desde 1.968),  le sobran razones para afirmar lo que antecede, y ello se permite emplazar al más pintado a que le demuestre lo contrario; a no ser que, quien lo intente, sea otro redomado embustero capaz de negar cínicamente la evidencia.

            Y, lo “a bocajarro” antes dicho,  vale --¡cómo lo sabéis zampabollos!-- para los zocatos que no entren en la excepción como, para los diestros que, en cierta medida también se vienen luciendo aquí, en Cártama. Si ahorita hubiese unas elecciones municipales, lo mismo daría votar a unos que a otros: tanto montan los mamoneados  de Blas Piñar como los de  Pablo Iglesias.

            Hubo en la Grecia antigua  un filósofo que vivía cabe un arroyo de cristalinas aguas en donde lavaba sus lechugas, al que llamaban, Diógenes “El cínico”,  cuyo filosofía consistía en llevar a la exageración el principio socrático de que la virtud está solamente en vivir conforme a la razón y a  la verdad. Sólo el espíritu, mantenían, ha de tenerse en cuenta y, lo material despreciarse. Tal prurito moral indujo al genial Diógenes, según la leyenda, a ir  por las plazas de Atenas con un farol encendido en pleno  día buscando un hombre, ya que no encontraba quien mereciera ese nombre por sus virtudes, y, fidelidad a la verdad. Vemos como es cierto que la historia se repite. Se cuenta que, cuando  Alejandro Magno el Grande invadió Atenas y, como siempre, se interesó por los hombres sabios de la ciudad- estado griega, insistió en  que le dijeran si conocían  alguno más de los sabios que le habían presentado.

            --Bueno.., joven príncipe, allá abajo hay  un  filósofo que vive desnudo en un tonel de barro junto  a un arroyo por el que siempre corre el agua. Es un pobre hombre, insociable,  insignificante, aunque inteligente, que no merece la pena que usted baje a  se interesarse  por él.

            --No obstante, adujo Alejandro, quiero hablarle. Ante Dióigenes, le  interpeló: Dime, hombre sabio ¿que necesitas de inmediato para otorgártelo?  Además  te invito a venir conmigo para que me aportes ideas culturales que aplicar a las naciones que conquisto.

            --Príncipe, hijo del gran Felipo,  sólo te digo que con tu cortejo me estás tapando el sol que tomo a estas horas. Vas suficientemente acompañado y no me necesitas; adiós.

            Ya se marchaba Alejandro y sus huestes, cuando  Diógenes se puso a lavar sus lechugas y unos boniatos. Uno de los capitanes que lo observó le dijo:

            --Tonto, imbécil,  si siguieras a Alejandro no tendrías que lavar las lechugas para comer...

            --Y, si tú fueras capaz de lavar las lechugas y boniatos para comer, no tendrías que seguir a Alejandro. Adujo Diógenes, y, siguió impasible  su tarea.

            Como moraleja que sacar para estos momentos, digamos que los embusteros de esta España arruinada por ellos, todo el mundo aspira a seguir a Alejandro (colocarse en un puesto político dependiente del “Alejandro” de turno) y, pocos emprenden empresas productivas con que buscarse las habichuelas y crear trabajo. A más embusteros, más pobreza. Es obvio.
             

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